- Una pregunta casi obligada cuando se publica un nuevo libro: ¿qué similitudes y diferencias encontrará el lector entre La música de la libertad y Deshacer la memoria? Y más concretamente, ¿qué añade a tu trayectoria poética esta segunda publicación?
- Son dos libros diferentes en su temática y en su tiempo; sin embargo, en la obra de un autor late siempre una corriente que fluye por el texto en su forma o en el pensamiento que subyace en el contenido de ella.
La música de la libertad es un libro que contiene todo lo que fui escribiendo a lo largo de los años 70. Tiempo de mi juventud, en el que viví todo el compromiso por la libertad y la justicia social, como dos cosas estrictamente necesarias para la vida en plenitud de todo ser humano. Vamos haciendo camino, como diría Antonio Machado, y en la trayectoria de cada uno va constituyéndose todo nuestro bagaje como personas.
Tiene ese primer libro una poesía llena de frescura y atrevimiento del que comienza y escribe por la necesidad de comunicar y convocar al otro a hacer lo mismo, en lo que cree: Transformando el mundo, levantando al mundo…compañera de soledades/ compañera ya de todos los hombres/hermanados en la lucha.
Todo había quedado olvidado en un cajón al que a veces acudía y desempolvaba. El tiempo transcurre apenas sin darnos cuenta, allá por los 90 cuando la guerra de Bosnia me lleva a escribir ese poema epílogo de la primera parte: el compromiso con mi tiempo: Kosovo. En sus versos: a vosotros los hombres que os avergonzáis de serlo/porque la palabra ya no existe,/ni tiene posibilidad de sueño/ porqué el otro igual, ha muerto/ en nombre del espacio medido/de la frontera… En definitiva toda la lucha por la libertad se me desmoronaba ante los acontecimientos que íbamos viviendo. En esta vieja Europa las heridas no quedaron cerradas, en el llamado avispero de los Balcanes.
Este segundo libro es literariamente más maduro, más trabajado. Es otro tiempo, la voz poética vive otro momento. Comencé a escribirlo después de la muerte de mi madre y, obviamente, después de haber vivido con ella y junto a ella la enfermedad que se la llevó, el mal de Alzheimer .Cuánto dolor acompaña al ser humano, en este caso. Después de su perdida me sentía en una soledad inmensa, desubicada, perdida.
La raíz que nos sostiene y nos une a la vida es la madre y el bagaje que nos acompaña, los recuerdos, que esa enfermedad nos arrebata. Con ella se nos arranca la infancia; en mi caso, añado la perdida de aquel lugar, el pueblo, donde soñaba, la casa, los paisajes, los amigos de entonces…
Este segundo libro añade a mi pequeña trayectoria una mayor madurez en el sentido literario y más hondura en lo que al hombre le preocupa en este tiempo: Hacia dónde caminamos en esta sociedad de las nuevas tecnologías del siglo XXI.